Una cena de negocios en apariencia inocente se convierte en una explosión de fusión nuclear en Parejas Hambrientas, una comedia en absoluta farsa donde el bluff de clase y la pretensión aspiracional toman dominio de la escena para transformarla en caos. De one liners ácidos y precisos, actuaciones desatadas, y una duración más que innecesaria, la nueva obra de Alan Blasco es en toda medida un torbellino digno de análisis.

El hambre va más allá de un rugir de panza, nace de la entraña, cierto, pero en el caso de los personajes en Parejas Hambrientas se posa en el nervio de la ambición y el deseo, ahí donde no importa qué tanto se retaque uno, siempre queda un huequito imposible de llenar. Pero como mucha hambre, empieza en el refri. Uno que a Teresa no le conviene que los invitados a su cena vean porque su interior pudiera delatar que en realidad no es de clase social alta, de ingresos convenientes y gustos refinados… después de todo lo que hay ahí adentro no alcanza más que para ramitas de manzanilla, «La medicina de los pobres», sostiene su hermano.

Parejas Hambrientas

Teresa y Nelson están por recibir en su casa a un afamado y ultra posudo escritor de libros de autoayuda, perdón…de desarrollo personal, y a su novia modelo. La intención de Teresa es poder firmarlo para fungir como su publicista y así salir de la ruina financiera en la que viven, en gran medida provocada por Nelson, un escritor frustrado, posiblemente gay de clóset, que vive como parásito colgado a su mujer sin hacer nada de provecho por su cuenta.

Cuando el hermano gay de Teresa llega en vísperas de la cena a poner patas pa’ arriba la ya de por sí frágil relación de su hermana, con una diabólica intención provocativa, queda claro que en esa casa se van a tener que ocultar muchas verdades ante el escritor y la modelo para poder mantener la pretensión de decencia y clase. La cosa es que los visitantes también llegan con secretos propios, y antes de que el pollo pueda salir del horno, queda muy claro que no hay poder humano que vaya a hacer que éstos cinco salgan ilesos de una cena en la que no hay ni hielos para el whiskey.

Parejas Hambrientas

Alan Blasco (director y dramaturgo) nos introduce a su escena, primeramente, a partir del juego al teatro. Sus actores te reciben en la sala, mucho antes de la tercera llamada, alistándose para comenzar desde la exageración de la preparación actoral, rituales y meditaciones, pronosticando que Parejas Hambrientas no va a ser un montaje de sutilezas. Cosa que queda mucho más clara desde el segundo uno de la ficción con una genial Ana Corti que abre la obra en una farsa de dimensiones desproporcionadas, que no va sino creciendo conforma avanza la trama, pero que de manera magistral, al menos en su caso, jamás deja de encontrarle comedia a su Teresa, digna y presuntamente contenida, perfectamente redoneada, desde el hablar y hasta el caminar, transformándose desde el primer diálogo en la constante más certera de toda la puesta.

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Patricio de Rodas llega a hacerle segunda como el hermanito ultra insensible y arrabalero, que juega y se divierte de manera pueril casi sádica con un personaje que le permite seducción y escándalo, y abraza esa escena con un cinismo contagioso. Cada momento que pasamos con cualquiera de esos dos personajes es graciosamente explosivo, y francamente intrigante. La farsa, sin embargo, no se replica en todo el elenco. Ahí donde en algunos lugares encontramos personajes perfectamente delineados y actuaciones enormes pero muy precisas, otros actores batallan con hallar su comedia, el lugar específico desde donde crecer su interpretación hacia el absurdo, y terminan por quedarse escalones abajo en la balanza.

Parejas Hambrientas

El texto es mordaz, especialmente en sus metáforas, en sus chistes cortos. En la manera en la que en una cena fina se la pasan comiendo salchichas frías y sabritones. La modelo, que se llama, Malala llega vestida prácticamente como Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany’s, guantes negros largos incluidos. Y en ese mero visual, el gag ácido y desvergonzado ya es clarísimo, y habla fuerte y alto. El humor políticamente incorrecto se adueña del dialogar en intercambios ridículos cargados de clasismo, homofobia, misoginia, vaya, lo peor de las interacciones sociales sin filtros, que en este grupo en particular donde no hay personalidad rescatable, se convierte en clara crítica a esa necesidad de pisar al otro para sentirte tantito más alto.

Parejas Hambrientas

El instinto de presentarse ante el otro libre de defectos es base de la farsa, pero la carnalidad humana, el deseo incontenible que siempre termina por estar al centro de los terremotos que acaban derrumbando a las parejas, toma también su lugar en múltiples escenas de sexo sobre la mesa del comedor, cada una más ingeniosa y más divertida o francamente incómoda que la anterior, convirtiéndose curiosamente en los picos más álgidos de Parejas Hambrientas, estelares momentos de carcajada y sonrojo del bueno.

Parejas Hambrientas

Porque si algo consigue Alan Blasco con este texto y este montaje es la constante sorpresa. Su sombrero de mago no tiene fondo, y cada que mete la mano saca algo nuevo, algo más grande, algo más estúpido, que no pareciera acabar nunca. Y en ese pozo sin fondo es que encuentra la más grande virtud de Parejas Hambrientas junto con su eventual fuente de fatiga. Es tanto lo que quiere hacer, lo que quiere decir, lo que quiere poner a hacer a sus actores, que no sabe en qué momento parar, y para cuando la obra llega finalmente a su último oscuro, ya ha pasado al menos media hora de sobreestimada bienvenida.

Parejas Hambrientas

Parejas Hambrientas tiene algo que no siempre encontramos en el teatro: agallas. Blasco se sube al tobogán del riesgo y no salta de ahí hasta tocar el agua en el fondo, y sí, en hacerlo se va demasiado abajo, pero al final del día nos entrega algo con propuesta y personalidad, que de haber sido más coyón hubiera terminado por ser tibia y frágil. Parejas Hambrientas es todo menos eso. Podrá ser polémica, podrá retar al espectador a subirse a su convención y tal vez no con todo mundo lo logre, podrá beneficiarse de una edición más acotada, sí, tiene tela de dónde cortar, pero aburrida, sosa, olvidable, sin propuesta, sin discurso jamás podremos decir que es. Y éstas últimas cinco suelen ser las más valiosas.

Parejas Hambrientas se presenta los martes a las 8:30pm en el Círculo Teatral.