La maravilla de la teatralidad, lo clown, la música y la comedia, todo acoplado de manera perfecta en un montaje de ensueño llamado Pedro Melenas.
¿Cómo hacer del fatídico final de una serie de niños desobedientes que acaban conociendo la tragedia en carne propia por portarse mal una comedia infantil? Artús Chávez, director, tiene la respuesta. Juntar a la compañía 25 Producción, con muchos de los cuales ya había trabajado la aclamada Príncipe y Príncipe, y transformar las sangrientas moralejas de Heinrich Hoffmann en un circo…literal.
Nacidos en la alemania de 1845, Struwwelpeter, conocido acá como Pedro Melenas, son una serie de rimas e historietas creadas para enseñar a los niños lecciones de obediencia; pero a diferencia de las fábulas de Esopo, por poner algún ejemplo más ligero, aquellas de Hoffmann no se tocan ni tantito el corazón al momento de enfrentar a niños pequeños con consecuencias abominables, muertes horrendas y mutilaciones.
Y todo eso está en la obra, pero nadie se asuste que la genialidad de Pedro Melenas en el Teatro del Bosque Julio Castillo es que toda la oscuridad de los relatos originales funciona como inspiración para una estética definitivamente freak, pero extrañamente tierna, enormemente divertida y sorprendentemente hilarante.
Félix Arroyo (diseño de escenografía e iluminación) y Giselle Sandiel (vestuario, maquillaje y peluquería) crean de primera instancia una gigantesca carpa de circo con bellísimos focos que flotan desde el techo como luciérnagas y personajes absolutamente lúdicos, Burtonescos, me sentiría capaz de decir, que de buenas a primeras no conforman un circo cualquiera: no el Atayde y no Cirque du Soleil, sino una especie de freak show de carpa de la era de la Depresión americana.
Estos personajes se presentan inicialmente como parte de lo grotesco: de inicio, un maestro de ceremonias que recuerda al Capitán Spaulding de las películas de Rob Zombie, una gitana, de ésas que como no queriendo podrían soltarte una maldición, una payasita triste que no suelta su inerte globo por nada, un hombre fuerte de pocas palabras, la diva de la canción a la que no le interesa compartir micrófono o escenario, y Pipo, el intendente con problemas de salud mental, digámosle, en el espectro, que se ve convencido por su MC de realizar las tareas más peligrosas.
Pero luego de mostrar su imagen más oscura al público, se van volviendo cada vez más humanos conforme los cuentos que tienen para compartir son relatados y ellos van perdiendo la pose y concentrándose en lo que realmente los mueve. Ya sea la falta del pago que se les debe, la música, la coquetería o el amor a un globo que puede flotar lejos, lejos.
Para contar las fábulas de Hoffmann cada miembro del circo toma un papel dentro del cuentito, para lo cual cambian su apariencia momentáneamente, mientras otros fungen como narradores; y he aquí la belleza inesperada de Pedro Melenas, cada relato recibe su propia canción, creada por la compañía 25 Producción con la ayuda de los músicos Deborah Silberer y Misha Marks, que se encuentran ahí mismo sobre el escenario, en completo atuendo clown y tocando docenas de instrumentos.
Y de esos momentos musicales nacen escenas increíbles: la niña melindrosa que no se quiere tomar su sopa inspira una canción en la que repite constantemente, «la sopa no me la tomo, no me la como, no me la tomo» y se vuelve un himno memorable y graciosísimo (ayudado, claro, por el hecho de que Margarita Lozano está actuando a la niña encerrada dentro de un teatrito guiñol con manos de muñeca); mientras otra de las desobedientes por jugar con cerillos se carboniza cosa que provoca que sus gatos bailen un poquito, sólo un poquito del Lago de los Cisnes.
Cada uno de los cuentitos tiene su instancia lúdica y le permite a todos los actores del elenco tener su momento para brillar. Ya sea con su comedia, su voz o su corporalidad. Pero, a diferencia de muchas obras, también le permite al trabajo de Félix Arroyo y Giselle Sandiel estelarizar de manera propia y convertirse en parte esencial de las espectacularidad teatral que es el postre para los ojos que regala Pedro Melenas.
Christopher Aguilasocho es magnífico como Pipo, y no tiene una sola escena, un sólo diálogo en el que no reciba carcajadas y aplausos; incluso en su momento más oscuro, consigue salir bien librado de manera encantadora antes de volverse un villano para la audiencia más joven; mientras Nohemi Espinosa, que siempre ha sido chistosísima, esta vez toma una posición más melancólica desde la cual consigue sacar momentos de comedia inesperada y también las escenas más emotivas de la puesta.
Lalo Siqueiros, Anahí Allué, Rodrigo Virago, Margarita Lozano, todos son una delicia, y todos sueltan el corazón y se entregan al juego sin restricciones. Lo hacen con sus personajes principales y lo hacen cada que les toca interpretar uno de los pequeños relatos. Pedro Melenas tiene alma y tiene fuego.
Y así, mágica pero sin requerir valores de producción de gran formato, Pedro Melenas consigue además tener un par de momentos de ensueño, francamente fantásticos y sorprendentes, que no sólo son deleite al ojo, y para un niño deben ser un regalo apantallante, pero además hacen gala de lo que la creatividad, y un par de trucos de iluminación y escenografía pueden hacer por la teatralidad, que es al final lo que da vida a un espectáculo vivo y presencial.
Después de Príncipe y Príncipe se esperaba mucho de Artús, de lo que tuviera para mostrar, de lo que tuviera para decir. Y el director, además, se sabe, un amante del circo al que dedicó muchos años, toma el bat y suelta un home run. Pedro Melenas es su secuela ideal. Como un pop up book que recuerda la estética de Príncipe pero la eleva y lleva hacia un ambiente nuevo, un tanto más gótico, y un mensaje que no sólo vuelve a hablar de inclusión y unidad, pero que recuerda que nuestras acciones tienen consecuencias, y que cuando se actúa desde la bondad y la inteligencia por encima del impulso, la vida tiene para ofrecer cosas más bellas y recompensas que te pueden hacer flotar.
Pedro Melenas se presenta sábados y domingos a las 12:30 del día en el Teatro del Bosque Julio Castillo.