La Agrupación Dramática de la Universidad Tecnológica de Tlalpan está de regreso y más ambiciosa que nunca. Ahora pretenden montar un clásico de J.M. Barrie que les implica vuelos, cambios escenográficos con un giratorio rebelde, varios personajes para cada uno (algunos hasta en patines), y francamente un viaje a Nunca Jamás para el que no están preparados. Peter Pan Que Sale Mal es la perfecta secuela a la ya conocida Obra Que Sale Mal donde, sí, el fracaso vuelve a ser el ingrediente hilarante principal de la puesta.
La segunda obra de la serie «Goes Wrong» de Mischief Theatre es Peter Pan Que Sale Mal, mismo slapstick de su puesta pasada, pero ahora con una producción más grande, más vistosa, mucho más complicada, y por tanto, sí, más llena de peligro que el montaje aprovecha para soltar bomba tras bomba de carcajada ansiosa mientras el escenario de los actores de la Agrupación Dramática de la Universidad Tecnológica de Tlalpan se cae a pedazos.
Peter Pan es una secuela muy directa a La Obra Que Sale Mal en muchos sentidos. Por un lado, son los mismos personajes -los actores haciendo de actores haciendo de personajes- que ya aprendimos a conocer y a amar los que regresan para intentar de nuevo montar una obra de teatro a la que no se le noten las costuras. Y por otro, el humor repleto de incomodidad y cargado de comedia física donde la escenografía parece conspirar para querer asesinar a los actores, y ellos hacen lo posible por pretender que no pasa nada, es exactamente el mismo.
En Peter Pan Que Sale Mal no hay hilo negro encontrado, ni es la intención. Es una obra que pretende ser la parte 2 de una comedia exitosísima que, como dice el dicho, «si no está roto, no lo arregles». Pero en grandilocuencia sí podemos decir que esta secuela, habiendo calado qué tanto pueden estirar la liga de lo accidentado, se arriesga hacia nuevos lugares y locuras surreales que esta vez mantienen a sus actores volando a varios metros de altura de cabeza, y a otros tantos girando sin parar como en un carrusel desbocado. Visualmente el caos es exponencial. Humorísticamente la desproporción es muy smilar a la que conocemos.
Esta vez el Peter Pan que están tratando de montar es una co-dirección (o bueno, algunos lo consideran una co-dirección, el director, no), lo cual complica desde el inicio la limpieza de lo trabajado, dado que desde el comienzo, entre dos existe una batalla de egos que sólo se va complicando con el tiempo.
La belleza de Peter Pan Que Sale Mal es que por primera vez nos deja conocer a los actores de la Agrupación más allá de su terror al fracaso. En La Obra Que Sale Mal salieron a relucir personalidades increíblemente coloridas, pero poco en términos de una historia personal para cada uno; y este nuevo proyecto lo remedia. ¿Quién anda con quién, quién quiere con quién, qué se dice detrás del telón, por qué es que Max siendo el terrible actor que es permanece en la compañía y entre quiénes hay rivalidad? La obra se repleta de pequeños guiños y curiosidades sobre estos personajes a quienes comenzamos a quitarles las capas, no sin interrumpir de manera significativa la crisis irresoluta en la que se encuentra de manera perene la tropa tratando de sacar su Peter Pan adelante.
Nuestro gruñón director está de vuelta dispuesto a pintar canas verdes al minuto; Max y su amor por el aplauso que le impide concentrarse en la escena vuelve para demostrar que puede ser niño, sirena y cocodrilo si quiere; nuestro olvidadizo actor, ése que se apunta las líneas en la mano, ya encontró una… ¿mejor? manera de que alguien le sople lo que tiene que decir; y de staff técnico a actriz principal luego de haber probado el glamour de la actuación, nuestra petite pero impulsiva asistente de producción regresa para lograr cambios rápidos entre dos personajes «completamente distintos» que en toda honestidad son de lo más sorprendente de la obra, aún cuando seguramente el truco es mucho más sencillo que el de otras tantas peripecias en la producción.
Toño, que esta vez no saca sus discos de Timbiriche, sigue siendo un bastión como stage manager y de los personajes más carismáticos en su desparpajo al cruzarse en el escenario sin reparo porque él tiene un trabajo que hacer; mientras que nuestro muertito de la Mansión Haversham ahora se pone las botitas de Peter Pan, y más importante que eso, los cables y el arnés para volar y se dedica a ser sarandeado de un lugar a otro como marioneta en manos de un niño a varios metros de altura. Y cuando finalmente pone los pies en la tierra es él el que resulta un detonante activo más peligroso para la compañía que cualquier vuelo disfuncional.
El Guana, Juan Carlos Medellín, Daniel Bretón, Majo Pérez, Ari Albarrán, Iván Carbajal, Daniel Haddad, Daniel Ortiz y José Dammert son una experiencia adorable, especialmente porque comprenden que el remate del chiste no es un golpe marca ACME a la Looney Tunes (que ésos sobran) pero lo que se dice después, o el gesto que acompaña la reacción, lo que completa el chiste. Y a la tribu se une Ana Sofía Quintanilla como Lucy, una actriz con pánico escénico, nepo sobrina del asistente de dirección, que en su terror por abrir la boca y decir sus diálogos sólo consigue que todo lo malo que le puede pasar, le pase. Una newcomer a la compañía que embona de manera tierna como un gatito bebé cuyo factor vulnerable sólo hace inmensamente más gracioso que sea ella con la que se ensañe el karma.
Los visuales son de un sinsentido mágico, pero seamos honestos, más incluso que en La Obra Que Sale Mal, la protagonista innigualable de Peter Pan Que Sale Mal es la escenografía, trabajada para México por Emilio Zurita, que esta vez aprovecha un giratorio para irnos develando paisajes de cuento, todos y cada uno de ellos repletos de trampas mortales y ridícula hechura; pero es el mismo giratorio en el suelo el que francamente se lleva la obra en dos distintos momentos en los que nos regala un carrusel de viñetas frenético hasta hacer la panza doler de risa. Espectacular en muchos sentidos, pero mas allá de eso, seguramente lleno de un rigor milimétrico para los actores que no puedo imaginar lo que requirió de ellos poder adaptarse a la pieza para eventualmente jugar con ella de manera natural. Las escenas en carrusel son suficientes para cualquier ovación de pie.
Queues de una exactitud que no dejan espacio para lo poco ensayado, más de un número musical que aprovecha el virtuosismo de algunas actrices, como Majo Pérez, y nos muestra el lado cantor de una Ari Albarrán que no deja de demostrar que es absolutamente 360, vestuarios que para la Universidad de Tlalpan están honestamente muy bien confeccionados, y un pre-show (antes de la tercer llamada) que te envuelve en el mundo absurdo de esta compañía desde que te sientas en tu butaca completan una secuela que podrá ya no tener el factor sorpresa de su predecesora, pero aviva la llamarada del género con más es más, y esta ocasión, además de soltar risotadas, logra sacarle al público varios suspiros de empatía, ternura y conmoción.
Peter Pan Que Sale Mal se presenta viernes, sábados y domingos en el Foro Cultural Chapultepec.