El cuento de hadas presentándose en el CCB sabe hablar el lenguaje de la diversidad desde el lugar más simple y necesario posible lo que convierte a Príncipe y Príncipe en una obra básica para los niños.
Qué bello hablar de homosexualidad sin tener que hablar de ella.
En Príncipe y Príncipe, un cuento ubicado en un reino fantástico, en apariencia nada distinto a otros que conocemos por Disney (que básicamente se han apropiado del término «princesa» y todo lo que eso conlleva), pero que prontamente demuestra ser todo menos el concepto clásico y hasta conservador de «había una vez…», una Reina busca que su hijo, el Príncipe, se case.
La sencilla premisa hace de esta obra una especie de parábola, una atinada anécdota cuyo punch line refuerza toda la idea de su trama acerca del estereotipo en el que nos han enclaustrado desde que somos chiquitos y se nos leen cuentos donde el clasismo impera, el machismo está presente en cada príncipe que busca en su amada una mujer que no haga otra cosa que bailar en zapatillas de cristal, y la familia heteronormativa es el único ideal posible para un «y fueron felices para siempre».
Príncipe y Príncipe, basada en el cuento de Linda de Haan y Stern Nijland de nombre Rey y Rey, incorpora toda la inclusividad posible sin molestarse en restragártelo en la cara. Un Príncipe que se enamora de otro Príncipe no lleva a un escándalo en el Reino, una princesa que en lugar de casarse quiere viajar por el mundo no provoca miradas de rareza, princesas de todos colores y razas, desde aves hasta estrellas no son concebidas como menos sólo porque no pertenecen al canon -a pesar de que sí inspiran divertidos momentos de choque cultural. Príncipe y Príncipe pertenece a ese nuevo mundo donde la homosexualidad no requiere de cuestionamientos, explicaciones, disculpas o momentos de melodrama, pero que simplemente se acepta como parte de la normalidad, la misma casualidad que hace que haya quien prefiera dulce de lo salado.
Y es ahí donde recae su valor y lo importante es que las familias puedan llevar a sus niños chicos a verla, a esos niños no maleados por una sociedad repleta de prejuicios que ni siquiera se molestan en cuestionar por qué está sucediendo una boda entre dos hombres sobre el escenario. Sólo la disfrutan.
Encima de su mensaje tan oportuno y excelentemente manejado de inclusión, la obra además cuenta con las actuaciones de una excelente Anahí Allué que hace alarde de su comedy timing y capacidad para jugar con gestos y voz en favor de la comedia; Lalo Siqueiros que juega a representar varios personajes, entre ellos uno de los príncipes enamorados, pero más importante aún, la hilarante Princesa Estrella Fugaz; Christopher Aguilasocho que se convierte en un bólido de ternura al momento de enamorarse y descubrirse nervioso frente a su nuevo crush, y ante todo, la dirección de Artús Chávez que integra el concepto que tan bien maneja del clown a una obra que requiere de mucha comedia física para mantener la atención de la audiencia más joven en alto.
Más allá de todo subtexto, Príncipe y Príncipe es una hora de diversión garantizada, con grandes actores, momentos memorables, una escenografía y música perfectamente diseñadas para envolverte en un reino de hadas y sí, un romance que cualquier niño que se sienta o haya sentido distinto y raro frente a sus conocidos agradecerá ver planteado de una manera que no intente ni remotamente señalarlo, pero lo haga parte de la fantasía en la que no sólo las princesas son merecedoras de un amor de cuento.
Príncipe y Príncipe se presenta sábados y domingos en la Sala Xavier Villaurrutia del CCB.