No estamos hablando de cualquier texto, Prueba Perfecta (Proof) le regaló a David Auburn el Premio Pulitzer con una historia sumamente elegante sobre la locura, la pérdida, la familia y la confianza enlazada a la traición. Es un texto sin duda brillante que en manos de Rodrigo Nava para el Foro Shakespeare se convierte en una obra de genialidad un poco desaprovechada. No terrible de ningún modo, pero tampoco en su potencial absoluto.
Carolina (Catherine, originalmente interpretada en el 2000 por Mary Louis Parker) ha recibido el mejor y el peor regalo de manos de su padre tras su muerte. Después de cuidarlo por años luego de pasar por episodios de esquizofrenia que lo llevaron de ser un matemático brillante a una carga para su propia hija, Carolina ha heredado su mente innigualable y matemática a nivel genio, pero también el desequilibrio mental y la posibilidad de un futuro de locura.
Abrumada por la pérdida de la única persona que la podía entender a nivel neuronal, en todos los sentidos, y acosada por la alucinación de su padre con quien mantiene vívidas conversaciones, Carolina, en vísperas del funeral de su papá, se ve enfrentada al constante juicio de su hermana, quien busca llevarla a vivir con ella a la ciudad donde pueda recibir la atención médica que quizá necesite más pronto que tarde; y Pablo, un ex estudiante de su padre en el que encuentra refugio del cariño que acaba de perder y a pesar de no conocerlo, lo toma como sustituto para depositar en él su confianza y necesidades afectivas.
La cosa entre los tres se complica cuando Pablo descubre una prueba perfecta matemática que Carolina asegura haber escrito ella, pero que todas las pistas parecieran indicar que la dejó su padre antes de morir, y ella pudiera estarse robando el crédito. El cómo probar quién realmente la escribió deja de ser tan importante como el para qué probarlo. Carolina no necesita la condecoración de la comunidad científica, pero sí el apoyo de su gente; mientras que Pablo encuentra la posibilidad de cambiar al mundo y Claudia una razón más para preocuparse por la salud mental de su hermana. La prueba perfecta no es matemática, es emocional.
Con una escenografía de Javier Ángeles que juega con la idea de naturalismo, una iluminación de foro, y una dirección de Rodrigo Nava que transita hacia lo teatralizado, Prueba Perfecta choca a momentos en concepto y no termina por sentirse enteramente coherente y de una sola pieza.
El trazo errático mantiene a los actores en movimientos innecesarios que no los dejan simplemente respirar para vivir un momento concentrado entre dos personajes, que no necesitan estarse moviendo de esquina a otra del escenario, sino mantener una diálogo íntimo donde la química transpire y la conversación protagonice. Ni hablar de la actoralidad, por supuesto.
Plutarco Haza como el padre, podrá estar muerto en la trama, pero está más vivo que nunca en Prueba Perfecta; un actor maduro consciente de todos los elementos con los que puede jugar para crear un personaje sensible, que podemos comprender como un padre amoroso, pero también lleno de momentos de irracionalidad conforme la locura comienza a apoderarse de él, que en ningún momento se va hacia la caricatura, pero permanece aterrizado y dolorosamente perdido frente a su hija.
Lo mismo Sara Maldonado (alternando con Estefanía Hinojosa), quien como Claudia tiene que mantener los pies en la tierra cuando otros personajes alrededor suyo vuelan. Es simpática, honesta, generosa, sin perder de vista que a pesar de que ella no vive ni la genialidad ni la locura de su padre o su hermana, hay una parte de ella que comparte sangre y por lo tanto presente y futuro con estos personajes.
Arantza Ruiz (alternando con Bárbara López) sin embargo no se percibe del todo ubicada dentro del personaje. Se le puede amar y desconocer todo en el paso de 10 minutos. Construye desde el enojo donde debería de haber miedo, duelo y frustración, y a momentos confunde la contención con hastío. Tiene momentos bellísimos, especialmente conforme se acerca el final de la puesta, donde comienza a dejar fluir sus sentimientos, sin dejarlos estallar del todo, porque una científica razona de manera más fría; pero así como puede llegar a apantallar tan sólo con la mirada, como cuando recibe el cuaderno en el que ha estado trabajando su padre, sólo para descubrir que la locura ha tomado posesión de él, y todo lo que cruza por su cabeza se ve reflejado en su cara , tiene otros repletos de sequedad y fraseos cortados que nos impiden acercarnos por completo a ella.
Y Germán Bracco como Pablo (alternando con Jesús Zavala) tiene tan pensada la lógica detrás del matemático racional que es su personaje, que a momentos se vuelve una pared de piedra contra la cual es difícil que Arantaza pueda rebotar reacciones. Tierno, simpático, encantador, toda la primera parte de Prueba Perfecta, Germán se presenta desde la introversión de una manera tan adorable que es imposible no dejarte cargar por él; pero para cuando las cartas están sobre la mesa y cada es más difícil contener lo que los personajes han estado guardando desde la muerte del patriarca y profesor, Pablo se mantiene plano, justo cuando necesitamos que cierre con broche de oro y no nos suelte, tomando en cuenta que él es el representante en escena de la audiencia espectadora.
La interacción de estos cuatro personajes no es en absoluto fortuita. Cada momento, cada palabra, está escrita por Auburn como pista para armar a cada uno de los personajes. Por eso de pronto se habla de la salud del pelo, del clima, de la cerveza, pero nada es azaroso, aún cuando lo pareciera, y eso es lo bonito del texto de Prueba Perfecta. Las matemáticas que parecieran ser un personaje más dentro de la puesta, lo son únicamente como medio para probar que ahí donde la ciencia lo puede explicar todo razonablemente, las emociones y reacciones de la gente siguen siendo un misterio.
Prueba Perfecta en Foro Shakespeare no es perfecta. Pero tampoco requiere evidencia de su valía. Es bella, íntima e inteligente. Se podría ahorrar todo tipo de elemento escenográfico y aún así brillar desde aquellas líneas que ligan la historia como una fracción, como una ecuación cuyo resultado no es cuantificable, y yo, personalmente, estoy ansioso por ver el trabajo de los alternantes que para esta función de estreno no me tocaron, y seguramente aportan a la conversación nuevos descubrimientos en personajes que están creados para rascar en lo profundo de ellos y encontrar que, en términos matemáticos, el límite no existe.
Prueba Perfecta se presenta Viernes, Sábados y Domingos en Foro Shakespeare. Checa el rol de elencos en las redes de la obra.