El revival de Pulmones llega en manos de Alonso Íñiguez (Noche de Reyes) al Foro Lucerna con un montaje frenético e hiperactivo que permite a Regina Blandón (alternando con Adriana Montes de Oca) hacer uso de un enorme repertorio y provocar franca ansiedad en el espectador, que bien que mal, tiene que sentir como que se le está acabando el tiempo para respirar. Y lo logra de forma fascinante.
El texto de Duncan Macmillan estrenado por ahí de 2011 tiene la cualidad, o defecto, de extenderse infinitamente con una historia que pudieran ser dos metidas en la misma dramaturgia. Esto puede provocar que Pulmones se vuelva un poco letárgica, o le da al director la oportunidad de jugar con rango y tocar emociones clave desde lo extenso del material y los muchos tópicos que se abarcan en sus buenas dos horas de obra.
No es un material que de génesis sea perfecto, pero ciertamente Pulmones puede llegar a ser muy entretenida, y para los actores en escena un pinponeo sumamente energético de diálogos que se sienten como que vuelan de un lado al otro de la habitación como en un match de tenis, para finalmente culminar en un reposo mucho más emocional, conmovedor y para el que lo quiera escuchar, una advertencia del mundo que le estamos dejando a las próximas generaciones.
La historia empieza en un Ikea justo después de que él, M (en el texto original), le proponga a su novia, W, tener un bebé. Ella no lo toma con nadita de calma. De hecho pierde por completo los estribos y su cabeza empieza a viajar a mil por hora. Pasa del cuestionarse si están listos para ser padres, a la preocupación de traer un bebé a un mundo sobrepoblado que ya no necesita la huella de carbono de otro ser humano más, a la emoción de ser madre, al terror de ser una pésima madre, a la confrontación con su pareja por haberla metido en aprietos sin previa advertencia, y a otra variedad de ansiedades unas más justificables que otras que ya son sólo debraye de su parte.
De hecho, la primera media hora de la obra es sumamente divertida y se recarga enormemente en los hombros de las actrices, que son las que se dedican a hablar a mil por hora y a vivir una montaña rusa de emociones en soliloquios que no les permiten descansar un sólo segundo. Verborrea magnífica que en manos de alguien como Regina Blandón te tiene sin poder cerrar la boca, riendo y tratando de alcanzarla en cada discurso y movimiento porque si parpadeas, ella ya está diez pasos adelante.
Macmillan pone sobre la mesa desde el principio un tema de preocupación ambiental. ¿Somos malas personas si no anteponemos las necesidades del planeta al egoísmo de la naturaleza humana de querer ser padres? Él y ella continuamente se repiten, «Somos buenas personas, cuidamos el planeta», aunque de vez en cuando caen en un Starbucks contradiciendo todo su discurso de sustentabilidad, y en temas éticos más personales no parecieran tan preocupados por la bondad. Pero finalmente sus ganas de ser padres pueden más que la lógica y la ecología y ceden al impulso ultra primario de reproducción.
Pulmones después pasa por varias etapas, unas nuevamente más comediosas y otras que se recargan en el melodrama. Y es ahí donde Macmillan pierde visión de su argumento principal, y acaba queriendo compartir una vida entera con sus dos personajes, sus buenas y sus malas, ya lejos de la premisa inicial incitada por la mera idea de un bebé siendo gestado en un mundo cuyo futuro es pálido, y la forma en la que una decisión de vida, como lo es convertirse en padres, afecta a la pareja desde la médula, y les roba el piso estable en el que están parados.
Alonso Íñiguez transforma su escenario a cuatro frentes en una especie de invernadero. Un espacio que nos recuerda el lugar donde se crecen y cuidan los seres más preciosos del planeta, los que nos dan el oxígeno que respiran nuestros pulmones. Y que Regina Blandón y Xavier García, vestidos en sencillos pants grises de absoluta falta de individualidad, usan a su vez para cuestionar su propia creación y legado para este mundo. Concepto que me parece ideal para la obra.
Con un texto largo y de fraseo complicado, Íñiguez decide elevar el ritmo cardiaco haciendo de su trazo una franca coreografía en la que sus actores no paran de moverse constantemente. Un ir y venir que recuerda la movilidad de las ideas en la cabeza, que nunca están estáticas, pero en constante rebotar; y más aún las ansiedades que no parecen estarse quietas en ningún momento, y desaparecen y reaparecen sin control alguno de la mente, para de pronto volverse constantes hasta el hartazgo, y otras inconscientes pero nunca enteramente invisibles.
El movimiento escénico es cardio, pero provoca que el espectador nunca se sienta cómodo y en paz, como los mismos personajes de la obra, arrastrados por emociones y preocupaciones que no les dan chance de respirar. Prisa y ansiedad es lo que debe de transmitir Pulmones, y Alonso lo logra, a excepción de un detalle artificioso: dos relojes a los lados cuya aparición no es del todo clara sino hasta el final de la obra, habiendo pasado los aplausos, que se explican como la cantidad de bebés que nacen en el mundo durante la duración de la puesta, mensaje que no debería perderse junto con la salida del teatro, pero que debería tener mucho mayor claridad desde el inicio para provocar la emoción de cierto terror que Íñiguez busca en los que no podemos parar de ver los numeritos subir y subir sin detenerse.
Regina Blandón es un monstruo escénico. Trabaja desde lo subido, que Pulmones requiere porque ningún tipo de naturalismo tendría sentido con la personalidad caótica de ella, pero aún arriba encuentra verdad en todos sus monólogos y emoción cruda en las escenas más dramáticas de la obra. Un trabajo perfecto. Pero a su lado, Xavier García, por más que corre para alcanzarla, nunca logra nivelarse.
De entrada es claro que el texto de Macmillan está hecho para que la actriz tenga muchos más momentos de brillo, y sea el compás de ritmo de la obra, pero pese a que el papel del hombre es más reducido y quieto, en Xavier hay una cierta falta de herramientas. Sus momentos se sienten apagados en un montaje que está hecho para estar siempre incandescente, y acaba volviéndose un accesorio a la actuación de ellas, más que un par.
Como obra, Pulmones se beneficiaría de una re-edición, no en específico este nuevo montaje en el Foro Lucerna, pero todos los que siguen el texto al pie de la letra. Es largo y pierde foco, pero esa primera hora, ese primer acto es enormemente valioso, lo suficiente para que Pulmones sea una imperdible, y el trabajo de Regina Blandón (Adriana Montes de Oca) una joyita que definitvamente hacen de la puesta un remontaje sumamente bienvenido de vuelta en la cartelera mexicana.
Pulmones se presenta jueves, viernes, sábados y domingos en Foro Lucerna.