¿Qué pasaría si Big Little Lies y Gone Girls se juntaran y tuvieran un hijo? Eso es precisamente lo que se siente que es Sharp Objects, el nuevo thriller psicológico de HBO con una Amy Adams mucho más oscura de lo que recordamos haber visto nunca y el asesinato de dos adolescentes que lo mueve todo.
Sharp Objects, la nueva apuesta de HBO es adaptación de una novela del mismo nombre de Gillian Flynn (misma escritora de Gone Girl), mini serie de 8 capítulos dirigida por el brillante Jean-Marc Vallée, que ha dejado claro que es de los grandes con una cámara desde Dallas Buyers Club y Wild en cine (ambas nominadas al Oscar) y Big Little Lies en tele (ganadora del Golden Globe y el Emmy). Por si ese pedigree fuera poco, Amy Adams, que nunca decepciona, lleva el liderazgo de este thriller en el que además se deshace por completo de su imagen de niña buena y mujer gentil, para entrarle de lleno a un personaje perturbado de pies a cabeza, y de actitud autodestructiva.
Camille Preaker es una antiheroína de principio a fin. Tiene un problema con la bebida, ya ha estado encerrada en psiquiátricos porque no puede evitar lastimarse, es continuamente acosada por recuerdos dolorosos de su pasado y sus métodos como periodista son más que cuestionables; pero su verdadero problema comienza cuando en el pueblo de dos casas en el que creció sucede un asesinato (y una desaparición), y su jefe en el periódico la envía como corresponsal para cubrir la noticia por motivos que en un principio no son del todo claros, pero que correctamente asumimos no están relacionados del todos con un interés real en un escándalo francamente local.
Regresar al pueblo que dejó ir en Missouri enfrenta a Camille no sólo con el recuerdo de la hermana que perdió cuando era niña (y que hasta el día de hoy la marca), pero también contra una serie de personajes que en su manera juiciosa sureña de ver la vida no tienen de otra más que malmirarla desde el lugar conservador que es el único que conocen; especialmente su madre (una excelente Patricia Clarkson), detestable de principio a fin en una necesidad obsesiva por permanecer perfecta ante la mirada ajena, pero tóxica bajo su propio techo, escudada en las buenas costumbres y el deber ser.
La familia además se complementa con un padre absolutamente ausente de pensamiento y voluntad, y una hermana adolescente, con la que Camille jamás convivió porque huyó de casa antes de realmente poder llegar a conocerla, que maneja dos personalidades completamente opuestas, una entre sus amigos y afuera en el pueblo y otra que pareciera un espejo invertido bajo la casa en la que creció y la madre represora con la que pareciera no tener problemas.
El motor de la historia son los asesinatos en el pueblo. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué lo hizo? ¿Quiénes más corren peligro? Son las preguntas que Camille y el detective Richard Willis (un siempre agradable de ver, Chris Messina) tienen que responder; pero el corazón de la serie, uno nublado, quebrado y ennegrecido está en las relaciones de cristal de Camille con los personajes del pueblo, que se sienten a un soplido equivocado de caerse en pedazos punzocortantes, ideales para las heridas que Camille tanto disfruta de infringirse.
Un misterio bien manejado, de ésos que en televisión se disfrutan tanto, que además, bajo el cuidado de Jean-Marc Vallée adopta una personalidad muy específica que, como en Big Little Lies, se adorna con una edición agresiva, una musicalización perfecta y un elenco de actores haciendo un trabajo impecable y memorable, digno de premiaciones en temporada de ceremonias (estamos desde ya augurando mínimo un par de trofeos para Sharp Objects).
PD: Imposible no destacar que el casting merece su propia distinción con la selección de Sophia Lillis como una joven Camille para las escenas de flashback. Es verdaderamente increíble el parecido de la también actriz de IT con una adulta Amy Adams, y hasta el cuidado de esos detalles resulta gratificante.