Esta vez sin el «A-mén», la nueva temporada de Sor-presas regresa a las raíces de Nunsense con un elenco enteramente femenino, misma dirección, mismo musical, y claro la misma noche de recaudación de fondos que demuestra el gran sentido del humor de las Hermanas de San Tito. Y está mejor que nunca, me atrevo a decir.
En años pasados, Chava Núñez (director y productor) nos había regalado ya varias temporadas de Sor-presas A-Mén, donde un elenco masculino interpretando a irreverentes monjitas se habían colgado del humor más naive posible para hacer comedia de calidad sin ninguna necesidad de subir jamás de tono. Y ya era, desde ese entonces y durante su paso por varios teatros, una belleza de puesta.
¿Cómo mejorarla, crecerla, evolucionarla entonces, si el producto ya básicamente estaba en su punto? La respuesta era quizás obvia. Así como Nunsense empezó Off-Broadway, la solución para darle un vuelco fresco era regresar al punto de origen y volver a montar el musical como primero estrenó en Nueva York: con actrices.
Y así es que regresa Sor-presas a nuestra cartelera, ahora a La Teatrería, bajo el mismo ridículo y maravilloso concepto: Un grupo de cinco monjas sobrevivientes decide presentar un show de talentos para recaudar fondos y poder enterrar a las Hermanas del convento que tienen encerradas en un congelador, luego de que la cocinera de la orden las hubiera envenenado sin querer con sopa vichyssoise, y la Madre Superiora hubiera gastado su dinerito en una pantalla de plasma en lugar de guardar tantito para el sepulcro.
La mera trama es tan absurda que carga por sí sola con gran parte de la comedia, pero siendo que el musical le huye por completo al humor rojo, la parodia religiosa o el «chiste de pingüinos», lugares comunes en donde se suele caer cuando tus protagonistas son monjas, Sor-presas se pudo haber quedado en un gran «one-liner«, pero poca acción divertida. Pero no, el texto de Dan Goggin, estrenado originalmente en 1985 le da a sus personajes un abanico de disparates que llevan a las Hermanas de cantar sobre leprosos y bailar tap con zapatillas de colores fosforescentes a aspirar sustancias ilícitas… sin querer y utilizar el hábito como camuflaje para imitar a todo tipo de personajes descabellados. Es una locura magnífica.
Dado que en Sor-presas la cuarta pared no existe porque el público es enteramente partícipe de la ficción -al final del día están presentando un show de talentos a un público- La Teatrería, de espacio más acotado e íntimo, se presta perfectamente a sumar a la idea de que estamos viviendo la historia conforme se desarrolla e incluso siendo parte de ella, porque en varios momentos, desde antes de la tercera llamada incluso, las Hermanas buscan entre la audiencia gente que quiera sumarse a sus dinámica, porras, preguntas y olas como en estadio. De modo que Sor-presas tiene mucho de inmersivo, ojo, sin esa incomodidad que a algunos les provoca el que se les haga parte del espectáculo porque toda intervención es absolutamente voluntaria.
Pero el cambio más significativo y el que le da un giro de 180 grados a un musical que a estas alturas conocemos bien, es precisamente la elección de un nuevo elenco. Gloria Toba, Tanya Valenzuela, Melina D’Angelo, Daniela Ávalos y Ana Sofía Quintanilla se avientan como avalancha para revolcarse en la bobería, sin reparo alguno, sin filtro de locura y llenan el teatro de carcajadas, viniendo además cada una de un lugar muy diferente.
Daniela Ávalos, por ejemplo, como Sor Humberta, no carga realmente con los momentos irreverentes o de mayor comedia física, pero es su antagonismo preciso con la Madre Superiora, Gloria Toba, la que la vuelve un personaje fuerte y además el pegamento que une a todas las demás que de pronto sí están en un delirio. Tanya Valenzuela sale disparada como la bala de un cañón a interpretar a una Sor Elizabeth sin frenos. Un personaje grandote, grandote, que maneja muy bien en la balanza sus momentos más inmaduros y bizarros, que son divertidísimos, con sus números musicales que curiosamente son de los más solemnes de la puesta.
Ana Sofía Quintanilla como la novicia, más allá de tener momentos de ballet que son lucidores de entrada, trabaja a su personaje como un diablillo travieso muy distinto a otras novicias antes vistas en la franquicia; pero son Gloria Toba, como la Madre semi-castrante pero adorable, con esa cara de eterna miopía y un excelente timing incluso para usar el silencio a su favor, y Melina D’Angelo con un arsenal de gestos incómodos y absoluta perspicacia para responder todo lo que el público le avienta encima (de pronto es la que más contacto tiene con los espectadores) las que sin duda se vuelven el arma secreta de este montaje que te tiene esperando los momentos como si de dulcecitos se trataran. Ver salir a una de las monjas, a cualquiera, de piernas y al escenario emociona con un gran, «¿y ahora qué va a hacer?».
Sor-presas siempre ha sido genial, que eso no se ponga en duda, y ahora que en más de una función donde se han mezclado gente del elenco masculino con el actual femenino se ha creado un franco Sorpreverso, esta franquicia musical no tiene más que seguir yendo para arriba. Lo que es una realidad es que la versión 2024 con este grupo de actrices brutales es sin duda una imperdible, de las mejores comedias en Ciudad de México, de una personalidad completamente familiar, pero un humor que no importa de dónde vengas, sí o sí te hace reír como si te hubieras acabado el vino de consagración.
Sor-presas se presenta los miércoles a las 8:00pm en La Teatrería.