En Foro Shakespeare, Tape se transporta de Michigan a un motel cutre en Irapuato donde dos amigos de la escuela se reencuentran en aparente alegría, que poco a poco se va develando como una trampa para uno de ellos, que quince años atrás cometió un acto imperdonable que jamás ha hecho ni el intento por redimir.
El texto de 1999 de Tape de Stephen Belber ha pasado por muchas ciudades, muchos actores, e incluso una película de Richard Linklater estelarizada por Ethan Hawke y Uma Thurman; y la cosa es que más de veinte años después aún tiene mucho que decirnos sobre el abuso sexual, que apenas hace poco -históricamente- poco tiempo comenzó a visibilizarse como un problema urgente que por años se ha permitido bajo excusas como «estaba borracho», «ella no dijo que no», «nunca se usó violencia», y otras tantas justificaciones que hemos evolucionado a entender como abusivas.
En tiempos de cuando Tape vio la luz por primera vez, movimientos como #MeToo estaban a décadas de existir, y lo que en la obra se maneja como un caso excepcional, hoy entendemos como una aberración recurrente; que encima de todo, sí, sucede más fácil y seguido entre conocidos y familiares, y en escuelas (especialmente en Estados Unidos), las llamadas ivy league, es el pan de cada día.
Pero entremos de lleno a la obra.
En un motelucho en Irapuato un dealer y junkie de una gran variedad de drogas, también bombero, recibe a su mejor amigo de la prepa en su cuarto. A diferencia de él, su amigo ha crecido para convertirse en un ciudadano respetable y de ética aparentemente intachable, el tipo de persona que ya no está dispuesta a escuchar palabras gordofóbicas en su cercanía, pero que curiosamente no tiene problema con soltar uno que otro insulto homofóbico o hablar del cuerpo de una mujer a manera de objeto. Una contradicción humana que está en la ciudad para presentar su primer documental en el Festival de Cine de Guanajuato.
Su amigo está ahí para apoyarlo, y después de mucho tiempo sin verse se reúnen para ir a cenar y ponerse al día. Lo que el cineasta no sabe es que al empezar a acorralar a su mejor amigo cuestionándolo desde la superioridad moral sobre su estilo de vida y la incapacidad de evolucionar su tipo de pensamiento políticamente incorrecto; su amigo suelta un as bajo la manga al preguntarle por una relación sexual que tuvo el último año de prepa en la que presuntamente y de manera violenta forzó a su ex novia a acostarse con él.
Creyéndose en confianza y harto del interrogatorio, Eddie suelta verdades peligrosas sin saber que está siendo grabado en secreto, y mucho menos, sin tener idea que en pocos minutos, su víctima va a aparecerse en el motel, invitada a cenar por su «gran» amigo que ha fraguado todo para que ambos se topen y se enfrentan hasta que todas las verdades salgan a la luz. Usando el encuentro de manera egoísta sólo para satisfacer su necesidad de restregarle en la cara al otro que no es mejor que él.
El texto es sin duda intrigante, y aunque en todo sentido es un drama, tiene muchos momentos que podrían rayar en el thriller. Pero la dirección de Guillermo Logar no logra ponerse del todo a su altura o llevarlo a un 2023 que ha ido creciendo el tema y profundizándolo. Hay mucho del espacio escénico con el que pareciera no saber qué hacer, pese a que la idea creativa en diseño es llamativa, tiene algo de Dogville con gis y audio que simulan puertas y paredes. El trazo es repetitivo, lleno de perfiles, y para cuando ella entra escena todas las figuras se convierten en triángulos. Actores parados en filita para que les podamos ver las caras en un recurso que inevitablemente se poco imaginativo.
Los tres actores, Daniel Fuentes Lobo, Eli Nassau y Fernanda Valencia se mantienen en lugares muy distintos. Daniel recurre a lo falseado y demasiado actuado, mientras Eli busca naturalidad, y Fernanda batalla con encontrar los por qués en su personaje. Dibuja a esta mujer que aprovecha un momento de debilidad en ellos para encontrar su espacio de venganza, sí desde el dolor, pero también desde el miedo, como una femme fatale, más cercana a la Catherine Tramell de Basic Instincts que a una mujer que no pretende ser re-victimizada, pero esconde bajo una fachada de control sus inseguridades.
Hay capas que no se logran traspolar pese a que el montaje tiene otras virtudes. El diseño de iluminación tiene mucho de interesante y especulativo de una manera mucho más estética que otros detalles del diseño de producción. Una luz rojiza afuera nos recuerda que seguramente hay un letrero neón que lee «motel» del otro lado de la puerta; y un haz de luz que entra por la ventana cuando se intuye que se abren cortinas nos transporta de manera magnífica a esta habitación inmunda, sumida en una oscuridad de dudosa procedencia que no desea ser vista por el mundo exterior.
El cuestionar la aparente pulcritud del que presume demasiado de rectitud es un valor de Tape que hoy día entendemos con ejemplos claros y cercanos, y que la obra hace bien en denostar; pero inevitablemente suelta lo noventero de su costura desde el momento en el que hace al personaje femenino secundario a la historia de dos hombres que parecieran mucho más protagónicos en su rencilla resentida, que la misma víctima de abuso, a la que se le da una voz menor y se le hace aparecer sólo hasta el final del montaje.
El tema es sin duda pertinente, pero en 1999 todavía se trataba a distancia y sin golpe. Hoy lo vociferamos y lo entendemos como razón para hacer arder. Tape prende el cerillo pero realmente nunca incendia. Le suelta un manotazo a dos hombres que por un momento cargan con culpa y miedo, pero son reprendidos como el que copió en un examen, sin mucha consecuencia. Y hace uso del personaje femenino con pinzas que no cortan, sólo aprietan. Un producto de su década en realidad mayoritariamente enfocado en dos hombres midiéndose el uno el otro a través de ella.
Tape tiene la intención correcta, y de ningún modo es poco disfrutable a pesar de huecos que pudieran ser resanados. El trabajo de Eli Nassau es uno que escapa de lugares comunes. Ahí donde sería fácil llevarlo a la villanización y arrogancia, Eli clama clemencia desde lo entrañable a un punto en el que se complica resentirlo, sin duda una vuelca de tuercas al hombre que tenemos por conocido. Y la puesta carga con compromiso y responsabilidad. Hay una búsqueda perceptible por desgarrar más de lo que se desgarra y experimentar con la escena, mayor razón por la que es deseable -porque está casi al alcance de la mano- que pudiera haberse dejado estallar con un «boom».
Tape se presenta en Foro Shakespeare, dependiendo la fecha, en lunes o miércoles a las 8:30pm.