Por todo lo bueno que es Netflix escogiendo y produciendo series originales, una y otra vez nos demuestran que el cine sci-fi no es lo suyo. Pero nunca tan grave como con la terrible Tau.
Si The Titan y Anon te habían parecido un paso con el pie izquierdo por parte de Netflix, espérate a ver Tau. Nuevamente el servicio digital le entra a la producción de cine futurista de ciencia ficción con un thriller mediocre, que es mitad Bella y Bestia, mitad Ex Machina con una espolvoreada de Cube y te hace extrañar tanto esas referencias.
Maika Monroe (Julia) es secuestrada por un genio (Alex) estilo Mark Zuckerberg, con la capacidad tecnológica (pero ultra avanzada futurista) de Steve Jobs y el sadismo de un Patrick Bateman; y despierta para encontrarse como conejillo de indias de un cruel experimento que la tiene con un chip en la nuca y encerrada en una especie de jaula junto a otras dos personas. Las cosas se complican cuando intenta escapar para acabar en una casa que es por sí sola una segunda prisión manejada por una inteligencia artifical de nombre Tau, que obedece a un sólo dueño y que a la menor provocación se pone «peligro Will Robinson» y se convierte en una máquina asesina.
Por supuesto que al estilo Belle, Julia va construyendo una relación con su bestia, cuya voz es el mismísimo Gary Oldman, al que le va enseñando todo sobre el mundo allá afuera (que desconoce) y lo que significa ser persona. El problema es que esta máquina, más que representar las posibilidades tecnológicas y el peligro de darle inteligencia auto-evolutiva a un dispositivo sin sentimientos y, por tanto, sin lealtades, se comporta como perrito pateado, miedoso donde el miedo no tendría que existir (porque técnicamente no conoce de emociones humanas), poco amenazante y francamente lento en su aprendizaje. Tau, que le otorga el nombre a la película, simplemente no es tan interesante.
Y lo mismo pasa con el resto de los personajes que se pintan de un sólo color sin matices. Julia, más allá de ser una mujer luchando por su propia supervivencia, no es del todo carismática, especialmente inteligente, o brilla por su personalidad; y el villano Alex es tan frío y monotonal que resulta más artificial que el mismo Tau.
No ayuda tampoco que encima de un guión poco brillante, las actuaciones sean plásticas, los diálogos risibles, y los efectos digitales dignos de un render mal logrado. La casa, que tendría que ser un personaje por sí sólo, jamás deja de sentirse como un set y Aries, el robot asesino a cargo de Tau, parece salido de Bizbirije. Tal vez lo de Netflix sean las series, los dramas o las comedias románticas (The Set Up, no está nada mal), pero con Tau, nuestra fe en sus thrillers de ciencia ficción está quedando enterrada.
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