El mago de los laberintos ficcionales lo ha vuelto a hacer. Sergio Blanco (La Ira de Narciso) vuelve a jugar con la idea de una ficción dentro de otras, como muñeca rusa, y la fantasía de permitirle a sus actores representarse a ellos mismos y a un personaje al mismo tiempo en Tebas Land. Textazo que además en el Foro Shakespeare adquiere una dimensión meta que no puede sino ser ideal.
El protagonista de Tebas Land es el mismo Sergio. El escritor, el director. Para México interpretado por Mauricio García Lozano que hace suya la ficción para convertirse en M, y de esa manera engatusar a la audiencia con una narrativa que pareciera provenir directamente de él en la vida real, más tomando en cuenta que García Lozano comparte con M el hecho de que es director y académico.
De modo que la obra comienza cuando M, en lo que pareciera ser un prefacio por parte de Mauricio se acerca con el público para relatar la forma en la que el Foro Shakespeare e Itari Martha se acercaron con él para incluirlo dentro del programa de Teatro Penitenciario en pos de contar la historia de uno de los presos de Santa Martha Acatitla: Martín, un parricida.
Y he ahí la belleza de lo que se permite cuando uno pone un pie en el mundo caleidoscópico de Sergio Blanco. La realidad es que el párrafo anterior, proveniente de la ficción, pudiera perfectamente encajar en la realidad, razón por la cual Tebas Land adquiere un significado enorme montada en el Foro Shakespeare, un lugar que significa tanto para la reinserción social penitenciaria.
la telaraña de realidades con fantasías se vuelve aún más profunda cuando M comienza a visitar a Martín en la cancha de basket de prisión, en un intento por lograr que él mismo actúe una obra basada en la historia del cómo y por qué mató a su padre, pero siendo esto imposible, Manuel Cruz Vivas, hasta ese momento personaje, toma lugar en la historia como Manuel y comienza a entrenar para interpretar a Martín en la historia de su vida.
¿Confuso y brillante? Apenas empezamos a rascar la superficie. El juego de ficcionalidades y convenciones tan magnífico, tan representativo de lo que es el teatro, tan existencial en muchos sentidos, se va tejiendo con un hilo fino, elegante, sutil a tal punto que en algún momento del montaje se le hace creer al público que el verdadero Martín, el asesino, está sentado entre nosotros disfrutando de la obra. Y la gente lo busca con la mirada entre las butacas. Es sencillamente genial.
Pero más allá del fino ejercicio en narrativa, la historia no es un mero truco, pero un enorme cuestionar qué significa ser padre, a qué le podemos llamar parricidio, y cómo incluso el asesinato, el más grande de los actos viles, puede tener un lado B oculto que no forzosamente nace de la crueldad.
No es coincidencia, poque nada con Sergio Blanco lo es, que la obra se llame Tebas Land. La tierra que coronó a Edipo y que lo vio matar a su padre y acostarse con su madre para finalmente acabar ciego. Martín mantiene muchas similitudes con el personaje de Sófocles, pero no las obvias. Vaya, sí, mató a su padre, pero ahí donde Edipo Rey no sabía a quién estaba asesinando, Martín está muy consciente. Lo que no implica que haya puesto fin sangriento a una figura paterna. No. Meramente a un lazo de sangre biológico.
Pero al igual que Edipo, Martín ha sido afectado por la ausencia del cariño paternal, que poco a poco va encontrando en M, confundido por el amor maternal, que de pronto compara con el amor romántico, lo que vuelve a su mamá una Yocasta aún sin él saberlo, y con intenciones sexuales hacia esas figuras de adopción y mentoreo, que de pronto se disfrazan de provocación, y que tanto se han estudiado en el psicoanálisis. ¿Por qué no es verdad que de acuerdo a esa ciencia todos los hombres queremos matar en secreto a nuestros padres y poseer a nuestras madres? Lo que sea que eso signifique cuando las figuras paternales se vuelven difusas.
Además de Sófocles, porque Martín también sufre ataques de epilepsia que lo llevan a asegurar tener visiones, lo que lo acerca a Tiresias, Tebas Land se llena de referencias a autores que no sólo escriben desde la ficción, pero también desde el ensayo, como Dostoyveski, personaje a su vez analizado por Freud a través del concepto «parricidio», formando un círculo perfecto que une a escritores y pensadores del pasado en una misma pregunta, ¿qué tan culpable es Martín?
Claro que la belleza del texto no podría ser concebida como magnífica sin un elenco que estuviera a su altura, y en este montaje del Foro Shakespeare dirigido por Mauricio García Lozano, lo está. Especialmente si hablamos del trabajo de Manuel Cruz Vivas, que va transformándose de Martín en Manuel y de regreso, escena con escena de una manera absolutamente camaleónica, y con la enorme complicación encima de interpretarse a sí mismo, cuando él mismo es más personaje que ser humano de carne y hueso, con detalles que lo acercan al Manuel de la vida real, como el hecho de que se menciona que estudió en la ENAT, pero otros tantos que lo vuelven uno más de las herramientas de Blanco para contar una historia nacida de la imaginación.
Manuel Cruz Vivas consigue lo que probablemente es la mejor actuación del año. Toma el reto con maestría y entrega oro puro sin siquiera salir de los confines de una jaula montada en medio del escenario. Regala verdad con la modulación necesaria para que esa verdad nazca de la realidad y la ficción al mismo tiempo, sin jamás convertirse en una caricatura de sí mismo. Y para cuando se queda solo, el único momento en el que se queda solo, para interpretar un monólogo descriptivo del asesinato del padre de Martín, lo que ofrece hiela la sangre y se siente como que ha dejado todo en el piso del Shakespeare. Una interpretación que se agradece y que resulta imposible no aplaudir hasta el cansancio.
Manuel, Mauricio y un tercer jugador, Miguel Santa Rita se llevan la otra gran ovación del montaje, al adaptar de manera magnífica un texto que no fue pensado originalmente para México, y que sin una regionalización precisa e impecable, todas las pequeñas sutilezas que lo enmarañan con la realidad se perderían completo; y perdidas, desaparecería la mitad de lo que hace genial el juego mental de Tebas Land. Es gracias a ese trabajo que la obra adquiere realidad y un tono irreplicable sin el cual Tebas Land sería un relato lineal, quizás valioso, pero definitivamente plano donde Sergio Blanco le dio tantísima dimensionalidad.
Tebas Land se presenta viernes, sábados y domingos en Foro Shakespeare.