Una fábula oscura, un cuento repleto de cuentos, y la perversa interrogación policiaca a los hermanos Katurian, sospechosos de los asesinatos de tres niños. Miguel Septién hace alarde de su destreza para dibujar desde un lugar fantástico y entrega uno de los mejores thrillers -¿o habríamos de llamarlo comedia negra?- de 2019.
Katurian Katurian, un escritor amateur de cuentos fantásticos, es arrestado por la policía e interrogado sobre su posible relación con las muertes de varios niños que han sido asesinados bajo los mismos tormentos que se describen en sus propias historias. Su hermano Mikal, un hombre con daño cerebral cuya historia paternal es igual de escalofriante que lo que Katurian pone en papel, también ha sido arrestado y en apariencia torturado por los mismos crímenes. ¿Pero qué fue lo que realmente pasó?
El texto de The Pillowman es uno de principios de los 2000 del dramaturgo irlandés Martin McDonagh, pero lo que hace con él Miguel Septién (director y traductor) es francamente divertirse. Aprovechar un espacio idealmente claustrofóbico en el Foro Lucerna y un elenco extraordinario para hacer de la historia de Katurian y de los distintos cuentos que va relatando durante la puesta, una fábula de tintes sumamente oscuros, pero curiosamente hilarantes, que recuerda a las creaciones mórbidas de Horacio Quiroga y lo cruel de la fantasía de los Hermanos Grimm desde un lugar de ligereza y absurdo.
Pierre Louis en el alegre chaleco azul de Katurian refleja tanta vulnerabilidad y al mismo tiempo una curiosa mezcla entre inocencia y sadismo con su voz tenue y su figura frágil que deja entrever una capacidad perversa, que es imposible no seguirlo al pie de la letra como narrador. Acompañarlo, entender su escape a un mundo de fantasía como terapéutico, y doler con él cuando se enfrenta contra una realidad que supera a la más irreverente de las ficciones.
Pero es Poncho Borbolla como el inocente Mikal el que con Pillowman está entregando posiblemente la mejor actuación del año. Un adulto que se ha quedado en la infancia, cuyo nivel de comprensión se basa en lo literal y su desfachatez ante la vida en años de abuso, que encuentra en los cuentos de su hermano no sólo un universo el cual visitar como lo haría Alicia en las historias de Lewis Carroll, pero un reflejo de lo que él conoce como real y no tan descabellado.
Y a esta dupla se le suma la de Pablo Perroni y Enrique Arce como los policías a cargo de la investigación de los asesinatos, que desde el cinismo y usual sadismo que -tristemente- conocemos bien de la autoridad rescatan mucha más comedia de la que uno podría imaginar de sus momentos de tortura psicológica, y se vuelven adorables, memorables y completos. Saliendo de ese lugar bidimensional donde muchas historias de este tipo mantienen al claroscuro personaje noir del «detective» y volviéndose humanos. Dolientes, sensibles y atormentados, pero reales desde un lugar donde la realidad se diluye con la pesadilla.
Al final, el cuento que Miguel Septién nos relata ayudado de crestomatías que maneja con visuales góticos es uno con mucho corazón; donde la historia de los hermanos y el dolor que han decidido evitar sumergidos en un mundo surreal prevalece por encima del formato. Y pese a que es un gozo absoluta disfrutarla como un escaparate, reír, llorar y sorprenderse con lo que este elenco es capaz de hacer en diálogos tan inteligentes como los de McDonagh, es aún mejor entender lo que los Katurian descubren quizá demasiado tarde: no se puede evitar el agridulce de la vida, pero crear es la mejor recompensa por soportarlo. ¿Y no es acaso eso el teatro?
The Pillowman se presenta los jueves en el Foro Lucerna.