Con la Navidad a la vuelta de la esquina, y Santa Claus aterrizando en las pantallas, llega totalmente fuera de época: Cadáver, (The Possession of Hanna Grace) dirigida por el holandés Diederik Van Rooijen, en su primer película para Hollywood, protagonizada por la estrella de Pretty Little Liars, Shay Mitchell.
Por si lo dudaban, sí, es una película más sobre una chica poseída. El principio siempre es igual: una joven amarrada a la cama, aparentemente poseída por un demonio, se contorsiona en su pijama blanca y dos sacerdotes, a su lado, le rezan y arrojan agua bendita antes de ser brutalmente asesinados. ¿Cliché?.
Hanna Grace (Kirby Johnson), después del fallido exorcismo, desaparece por meses hasta que su cadáver termina en la morgue, donde es recibido por Megan Reed (Shay Mitchell), y es ahí donde empieza el… ¿horror?
Lo ponemos en signo de interrogación, porque para ser una película de género, se siente lenta, aburrida y poco capaz de mantener la atención de la audiencia. Para ser un filme que presume de ser aterrador, le falta algo básico e imprescindible en el género: el factor miedo. The Possession más allá de contar una historia es meramente anecdótica. Se presenta como una sola viñeta de 85 minutos, misma hora y media que dura el martirio de la protagonista.
Hay personajes secundarios, pero éstos resultan planos, irrelevantes y no producen ningún tipo de empatía con la audiencia. No que uno quiera saber más de ellos, pero aún si lo quisiéramos, la película jamás les da oportunidad de desarrollarse.
Quizá lo menos fallido sea la actuación de Shay Mitchell, quien por momentos sí logra transmitir mínimo miedo; y la habilidad de Kirby Johnson de contorsionarse por todos lados de la morgue, dejando claro que el fuerte de Johnson es la gimnasia a la que se dedica y no la actuación.
Resulta aplaudible la atención al detalle que la producción tomó para llenar de cruces invertidas incluso escenas complicadas, ya sea en lámparas de techo o en juegos de sombras presentes en los elevadores, un extra que se agradece, pero que de ninguna manera logra rescatar la cinta.
Fuera de eso, la película en general es más bien insalvable.
Con poca iluminación optan por la trilladísima fórmula del jump scare, bastante burda que a estas alturas donde ya lo hemos visto todo no tiene nada de sorpresiva. Pero el verdadero problema es la historia misma, una que pudo ser meramente sobre la posesión, sobre el demonio que controla a Hannah Grace, es más, sobre la preocupación de la familia… pero termina siendo sobre cómo una ex policía pierde el miedo a disparar. ¿Y dónde está lo interesante en eso?
El ritmo lento para generar suspenso juega en contra de la trama, porque más bien se siente como un eterno stand by, mientras el climax resulta difícil de encontrar y cuando finalmente lo haces, te deja más confundido que asustado. En un intento por darle dinamismo a su arrítmica edición, Brian Sieve (guionista) y Van Rooijen intentan forzar escenas de comedia para cortar en seco el suspenso (que de entrada no habían logrado generar) de una manera tan fallida que le dan la estocada final a una audiencia de por sí ya muy perdida.