El proyecto de Microficciones del Claustro abre toda una nueva posibilidad a los estudiantes de Producción para hacer sus pininos en teatro.
Para muchos teatreros enfrentarse con los problemas de producción y detrás del telón de una obra de teatro sucede una vez que ya están laborando en el ámbito profesional, sin mucha experiencia de por medio. Pero ahora el Claustro de Sor Juana ofrece un poquito de ese estrés a sus estudiantes desde el tercer semestre de la carrera de Producción de Espectáculos en su materia de Taller de Producción (de la cual, la mismísima directora Ale Ballina -Nuestro Cuaderno Rojo- es maestra).
Ojo, no todos los alumnos de esta carrera tienen el teatro en mente como su futuro profesional, porque el abanico también incluye producción de conciertos, danza, ópera u otra variedad de espectáculos, pero en el proyecto de Microficciones todos se enfrentan por igual a montar una obra corta para presentar a público dentro de las mismas instalaciones del Claustro.
Por cuatro días en octubre y noviembre, varios espacios del Claustro se transforman en escenarios muy al estilo de Micro Teatro, que también podría compararse con un ejercicio como el de Sleep No More, dado que el público transita a pie entre cuatro distintas Microficciones que además están inspiradas por autores de la literatura.
El año pasado fue Bram Stoker, y este año se lo dedicaron a Edgar Allan Poe y Mary Shelley. Muy ad hoc con lo gótico de las fechas en ambos meses.
Para lograrlo, los estudiantes del taller de Producción hacen mancuerna con alumnos de Literatura, que les escriben los guiones de cada ficción, alumnos de Actuación de escuelas como la ENAT, que interpretan a los personajes, y otros estudiantes de la misma carrera, pero de semestres más avanzados, que por ejemplo, se encargan de los vestuarios como parte de otra materia que se imparte en la universidad.
«Todo es a nivel académico», nos explica Ale Ballina saliendo del recorrido que todavía se presenta con reservaciones este 5 y 6 de noviembre. «En principio se trata de producir las cuatro Microficciones y luego encontrarles un hilo conductor. Es interesante desde qué deciden ellos que van a hacer, para qué levantan la mano».
“¿Qué? ¿Todo eso existe, todo eso tendría que saberlo yo y nadie me lo dijo?”, comenta Regina Ramírez, una de las alumnas de Ballina sobre el por qué para ella era importante una carrera como la de Producción después de haber estudiado actuación. Y Ana Torres, otra de las alumnas, agrega: «“Es la primera vez que estoy metida en un proyecto de esta magnitud, es la primera vez que soy asistente de dirección y estoy aprendiendo en la práctica. Es interesante. Es cometer errores y aprender de esos errores».
El espacio está obligando a los alumnos a salirse de lo convencional y buscar entre las librerías, recovecos y sótanos de la Universidad un rincón que se pueda prestar para contar sus historias. «Tienes que resolver a partir de eso, trabajar a pesar de eso», recuerda Regina. «No hay como tal escenografía, es más bien cómo utilizas esto en cuestión del teatro inmersivo», suma Ale Ballina. Este año, algunas obras incluso aprovecharon los dos pisos del taller de pensamiento de la Universidad para hacer de su experiencia teatral algo lleno de planos y texturas.
«Yo me divagué, quería poner móviles para iluminar mi obra de teatro, y me tuvieron que decir ‘Aterrízate, no puedes poner una planta aquí en la escuela'», bromea Miguel Martínez, un estudiante más que trabaja como técnico para OCESA e ingresó a la carrera para poder entender el mundo del espectáculo desde adentro, de modo que su experiencia es muy distinta para otros quizá recién salidos de la prepa. «Justamente la semana del estreno me dijeron que no me podían prestar equipo y dije, ‘¿qué voy a hacer?’, y pues ni modo, a buscar contactos, es parte del aprendizaje».
El caso de Sarah Esparza también es diferente, ella estudió cine para dirigir, pero decidió que necesitaba completarlo con conocimiento en producción y éste en realidad es su primer acercamiento al teatro. Pero, para su suerte, la temática Poe de este año es una de sus favoritas: «Me empecé a llenar de estilos, de corrientes de todo, leí mi cuento mil veces», explica sobre su trabajo dirigiendo la Microficción de Tragedia Roja. «Nuestro concepto fue un circo y a todos les encantó la idea. Me estaba muriendo por Edgar Allan Poe».
«Al final es un ejercicio de estilo», concluye Ballina. «Era todo, ¿cómo ilumino una obra de teatro? pero no es dónde pongo los focos si no, ¿cómo cuento la historia a partir de la iluminación? Es escoger todos los elementos, todo tiene que hablar de lo mismo. Claro que tiene que ser estético, pero qué tienen que elegir para que esta historia se cuente».
El ejercicio de este año está por finalizar, y en realidad fue poco el público que logró verlo, dado que para cada función los espectadores eran si acaso quince y se tenía acceso únicamente con reservación, pero para los estudiantes de Producción es más que una tarea, es un descubrimiento y un peldaño que otras carreras no ofrecen. Las Microficciones llegaron para quedarse y la idea del Taller de Producción es seguir presentándolas año con año, con nuevos alumnos, distintos autores y un público que se abra a vivir una experiencia teatral distinta, que se siente como una semilla recién sembrada que una audiencia selecta tendrá la suerte de ver florecer.