Con conocimiento en ingeniería, Nassim Soleimanpour creó su primera obra, Conejo Blanco Conejo Rojo sabiendo que se convertiría en un éxito viral global, y él en ningún momento siquiera salió de su casa.
El año pasado en México tuvimos la oportunidad de ver representada Conejo Blanco Conejo Rojo varias veces por varios actores diferentes en La Teatrería. Al escenario se subieron personas como Cecilia Suárez, Irene Azuela, Chumel Torres, Regina Blandón, Patricia Reyes Spíndola y un larguísimo etcétera; y fuera de México, en Estados Unidos ha sido representada por Patrick Wilson, Darren Criss, Whoopi Goldberg, Nathan Lane, muchísimos más, y en otros países ni siquiera nos imaginamos.
¿Es el formato el que le atrajo a tanta gente? En Conejo Blanco Conejo Rojo no hay más que un sobre sobre el escenario y un vaso de agua. Todos los actores que suben a representarla tienen cero noción de lo que van a hacer frente al público. No hay guión leído previamente, no hay ensayos, no hay dirección. Es el actor en la posición más transparente y vulnerable posible y una serie de instrucciones que debe seguir mientras las lee por primera vez en voz alta.
Nassim Soleimpanpour, originario de Irán, escribió esta obra en sus veintes, le tomó siete años terminar, pero cuando le preguntamos si se llegó a imaginar que se convertiría en el fenómeno que ahora es, su respuesta fue un drástico, «¡Sí!». Porque la planeó para volverse viral desde el principio.
Ahora que el dramaturgo está en México presentando su nuevo proyecto, Nassim (que en formato es sumamente parecido a Conejo Blanco, pero en mood no tiene nada que ver -y pueden verla con distintos actores, nuevamente, hasta este domingo) platicamos con él sobre esa máquina que concibió con conocimientos de ingeniería y que desde su casa en Irán soltó al mundo para verla moverse por todo el globo.
¿De dónde nace la idea? La idea de tener a actores sin saber qué van a hacer sobre el escenario.
Fue una combinación de cosas. No tener pasaporte, estar enamorado de la etapa de ensayos, y luego tuve una pesadilla en la que me suicidaba enfrente de un público en vivo, incluyendo mis papás. Yo no soy suicida, como puedes ver, estoy tomando té, pero pensé en escribirlo. La cosa es que no podía irme de tour así que pensé en pedirle a diferentes personas si querían cometer ese suicidio…y eso fue Conejo Blanco Conejo Rojo. Con el resto de mis obras sólo seguí ese camino.
¿Cuánto tiempo llevabas haciendo teatro antes de Conejo Blanco Conejo Rojo?
Mi historial es el siguiente: nací en 1981, mi papá es escritor, mi mamá es pintora, mi hermano ahora es fotógrafo, así que siempre estuve rodeado de arte. Digo hice teatro en la escuela, pero esa es otra cosa, pensé en empezar a dirigir a los 19, pero escribía obras más convencionales en ese entonces (espero que nunca nadie las encuentre). Luego estudié ingeniería, me salí cuando tenía 22, a los 23 empecé a estudiar teatro, Conejo la empecé a escribir básicamente cuando tenía 23 y me tomó seis-siete años y en 2011 estrenó en Toronto.
¿Qué ha cambiado ahora de Conejo Blanco a Nassim? ¿De dónde nace la idea de ahora ser tú el que de la vuelta por el mundo y se presente junto a los actores en escena?
Muchas cosas cambian. Yo siento que hoy en día soy más aburrido. Es más caótico, especialmente con este show porque tengo que estar por todos lados, estoy acostumbrado a viajar, a enseñar, a conocer gente, a hacer shows, pero este año hemos presentado 200, lo que significa que he estado de tour por 250 días, entonces ya no tengo ni flores ni plantas en mi jardín en Berlín (donde vive actualmente), ni siquiera sé cómo balancear esto con tener un perro.
¿Pero cómo es conocer a todos estos actores (con Nassim) a los que en algún momento les diste instrucciones sólo como letras en un papel cuando hicieron Conejo Blanco Conejo Rojo (porque la mayoría de los actores haciendo Nassim, en México y en el mundo, son los mismos)?
Me había pasado antes de hacer Nassim, que de repente me invita un amigo a ir a su ensayo en Londres, en el Bush Theatre, entro y ellos están en otra cosa, de pronto me presentan como un invitado, «Él es Nassim, es de Irán», y uno de los actores grita, corre y me abraza. La han representado tantos, ¿cuatro mil, cinco mil? Ya perdí la cuenta. En 34 idiomas distintos. Es divertido, es muy lindo, me siento bendecido, ni siquiera soy tan buena persona, no sé por qué me está pasando esto.
¿Alguna vez te imaginaste que se iba a convertir en un fenómeno?
¡Sí! Lo sabía con toda el alma. Si hay algo de lo que estoy orgulloso es de eso. Uno no puede simplemente diseñar una máquina al azar, te tienes que sentar a trabajar, yo estudié ingeniería por 4 años, mi hermano vivía conmigo, y solíamos mandarnos mensajes de texto, «Nos vemos a las 7 en la sala para ver una película» y ahí me preguntaba, «¿Cómo va el guión?» y yo le decía, «Genial. Va a estar en tour por siempre», y él se reía y me molestaba; pero fue diseñado para eso, fue diseñado para abrir una red, y pues sí el diseño funcionó. Ahora, si me preguntas si alguna vez dudé si iba a funcionar, sí tuve dudas, pero ésa fue la intención desde el principio. Era un mensaje en una botella, y uno no pone un mensaje en una botella a menos que sepa que alguien lo va a encontrar.
A diferencia de Conejo Blanco Conejo Rojo, Nassim se siente mucho más íntima, menos filosófica, ¿qué es lo que quieres decir con ella?
No hay una sola palabra con qué explicarlo, pero si te puedo dar una idea es olvídate del concepto, para mí a veces se trata del formato. Con Conejo fue difícil convencer a la gente al principio. Y yo decía, va a estar padre, la gente la va a leer, la van a actuar, y me decían, «No, no, no, va a ser un desastre». Fue difícil convencer a los actores, pero probamos que podíamos volar cerca del sol sin quemarnos. Así que ésta es un vuelo más propicio. Más largo, más gente a bordo, es una producción más en forma. Sigue sin ser un matrimonio perfecto entre teatro y ese formato que creamos con Conejo, pero igual y ya es un noviazgo.
¿Dirías que la intención de tus obras es voyeurista para la audiencia?
Si el teatro es maquillaje, y vestuario, y música, yo lo que empecé a hacer de manera inconsciente fue irme para atrás. Fue como, ok, esta persona que sale en esta película muy bonita está aquí, pero le cuesta, y no tiene maquillaje y no lo iluminamos maravilloso, y se convierte en uno de nosotros, y creo que esa es una de las razones por las cuales a los actores les gusta tanto.
Humanizar a la celebridad.
Y no sólo a la celebridad, a cualquiera de nosotros. Si tú hicieras el show, nos enteraríamos de muchas cosas tuyas, tal vez no es Nassim, pero si hicieras Blank (otra de sus obras) nos contarías lo que hay en tu recámara y el nombre del juguete que tenías cuando eras niño.
¿Y para ti es de miedo estar allá arriba con los actores?
¡Sí! No quiero decir spoilers, pero la cosa es, insisto en presumir que yo diseño máquinas, y las máquinas son un dispositivo que tiene procesos y cables saliendo y entrando, tú le das papel a una impresora para que ponga palabras en él y te entregue un texto, no le das tomates y te regresa olivos. Yo hago máquinas con palabras y me enorgullezco de eso, ¡¿y qué clase de estúpido se queda atrapado adentro de su propia máquina?! Eso es Nassim. Diseñé la maquinaria, funciona muy bien, pero estoy atrapado en ella. Lo cual está bien, es una experiencia nueva, experimentar el dispositivo desde dentro te enseña muchas cosas.
Nassim aún tiene funciones este viernes, sábado y domingo (el fin de semana en dos horarios distintos) en el Nuevo Teatro Silvia Pinal.