Ahora que sabemos que el musical llega a México, te contamos un poco sobre cómo el vestuario de Anastasia le dio vida a lo que habíamos visto en animación.
Como toda historia que es adaptada de la pantalla a los escenarios, hay ciertos guiños visuales que los fans de la creación original esperan ver traducidos al ámbito teatral, como el vestuario, que te lleva directo a momentos que recordabas de la historia o te saca por completo de ellos.
A pesar de que Anastasia, en su narrativa, se aparta muchísimo de la caricatura de 1997 que para muchos es sinónimo de su infancia, en otras muchas cosas sí se trató de mantener una cierta similitud.
Y vestuario fue las cosas que más se tuvo que acomodar. De hecho, cuando Anastasia se presentó en previos en Connecticut, antes de mudarse a Broadway, el famoso vestido con el que Anya llega al ballet para buscar a su abuela, no se encontraba por ningún lado. Christy Altomare salía vestida en un atuendo color champaña, y los fans de la película inmediatamente le hicieron saber a la diseñadora de vestuario, Linda Cho, que el vestido azul de guantes blancos con el que Anya llega a la Ópera de París era un must.
Piénsenlo algo así como el vestido dorado de Bella cuando baila en el salón, o el azul celeste de Elsa cuando canta Let It Go.
De modo que Linda Cho tuvo que acceder y para cuando Anastasia llegó a Nueva York, Christy Altomaro ya aparecía en un espectacular vestido azul rey, repleto de joyería y guantes blancos para acompañar. Es ese mismo atuendo el que ahora también inspira que en el prólogo del montaje, la pequeña Anastasia traiga puesto un moño azul en la cabeza.
Ese prólogo, de hecho, es el que contiene el vestuario más complicado. Toda la familia Romanov está vestida en color blanco, para contrastar con su fatídico destino, pero algunos de los vestidos que trae puesta la realeza son tan complejos que ni siquiera se pueden cargar.
De entrada, cada uno de los atuendos de esa escena está basado en imágenes reales del Zar Nicolás II y su familia. Linda Cho buscó fotos de ellos de vacaciones, o en su palacio, y se inspiró también en exhibiciones con los vestidos reales, que después adecuó para hacer más atractivos para el ojo moderno.
El vestido de la Zarina, por ejemplo, pesa alrededor de 22 kilos, está completamente adornado con brillantes, que en tiempos de los Romanov hubieran sido diamantes verdaderos, que le hubieran dado al vestido un costo de $10 millones de dólares. Encima, usa una corona de 20 centímetros de alto que hace ver a la actriz de dos metros.
El vestido es tan pesado y masivo que no hay manera de subirlo al camerino de Lauren Blackman, la actriz que interpreta el papel, de modo que debe ser guardado a un lado del escenario y varias personas ayudan a ponérselo encima cada función.
La puesta cuenta con más de 125 piezas de vestuario, algunas de las cuales requieren poleas para ser movidas de un lugar a otro del teatro; de modo que cuanto llegue a México entenderás perfecto por qué fue que Linda Cho fue nominada en su momento a un Premio Tony (aunque lo haya perdido frente a Hello, Dolly!).