Te contamos por qué The Band’s Visit es una de las mejores obras que te puede tocar llegar a ver y la razón por la cual ayer arrasó en los Premios Tony con 10 estatuillas.
The Band’s Visit es tan distinta a todo lo que has visto antes. Se ve distinta, se oye distinta, y se siente tan emotiva e íntima, pese a lo sencilla de su historia, que su triunfo de ayer en los Tony recuerda más a la victoria de una Spring Awakeninf que a una, digamos, Kinky Boots.
Ganadora no sólo del Tony a Musical del Año, The Band’s Visit se llevó otros nueve premios, incluyendo el de orquestación, iluminación, diseño de audio y tres para sus actores, Katrina Lenk, Tony Shalhoub y Ari’el Stachel. Y no es difícil ver por qué.
El musical está basado en una película israelí del mismo nombre que estrenó en Cannes en 2007. Cuenta la historia de una banda egipcia que ha sido contratada para tocar en la apertura de un centro cultural en Arabia en la ciudad de Petah Tikva, pero por una confusión (en gran medida ocasionada por el personaje de Ari’el Stachel, Haled) el grupo termina atrapado en un pueblo carretonero de nombre sumamente parecido, Bet Hatikva. Sin transporte ni manera de moverse, la banda se ve obligada a quedarse en el pueblo, y los habitantes de Bet Hatikva a darles hospedaje por una sola tarde y su respectiva noche, antes de que la orquesta pueda regresar a su destino original.
La historia es así de sencillita («You probably never heard about it, it wasn’t very important», exponen en uno de los diálogos), y en efecto, todo sucede en el transcurso de unas cuantas horas, pero ese momento perdido en el tiempo es suficiente para que conozcamos las entrañables historias de un par de miembros de la banda, y de unos cuantos habitantes de Bet Hatikva, que se complementan con dos diferentísimas culturas e idiomas (que aunque a nosotros nos suenan cercanas y parecidas, The Band’s Visit muestra lo diferentes que pueden ser en tantísimas cosas), y que encuentran muchísima química en sus mundanos conflictos y hasta en su amor por el cine (de ahí la canción de Omar Sharif que se presentó ayer en la ceremonia).
Sumado a lo entrañable de sus personajes, The Band’s Visit es un festín visual. La mayor parte de «la banda» en realidad son integrantes de la orquesta del musical, representando personajes que, aunque no tienen un arco dramático en la historia, todo el tiempo están sobre el escenario tocando sus instrumentos. Dándole un toque mágico y un poco surrealista a las escenas, y demostrando una habilidad incomparable para tocar, especialmente George Abud con su violín. Las escenas en las que la banda aparece y se mueve en el fondo parecen salidas de un sueño.
A eso se suma un escenario absolutamente movible que dibuja a un perfecto pueblo desértico del medio oriente, del que prácticamente puedes sentir el calor, mientras la iluminación hace lo propio para hacernos sentir el paso del tiempo, y movernos del atardecer, al anochecer al ocaso de una manera bellísima.
Con un giratorio al centro, los personajes parecen transitar de manera pausada y estóica, como el mismo tiempo en Bet Hatikva, y formar figuras francamente cinematográficas, todo esto acompañado de un sonido, armonías y canciones con un particular toque árabe, que te llevan a viajar a una tierra ajena (pero no fantasiosa, no es Agrabah) donde las conexiones son posibles con meras conversaciones, y la gente puede esperar días frente un teléfono público esperando la llamada de un ser amado.
Encima de toda esta belleza y de actuaciones perfectas que para el final del segundo acto te tienen con los ojos empapados, sin realmente necesidad de un melodrama, la compañía entera de The Band’s Visit está formada por actores precisamente de medio oriente. Un elenco que en muchísimas ocasiones ha expresado su agradecimiento con esta obra, porque previo a The Band’s Visit se encontraban atrapados en papeles de terroristas y prostitutas que el imaginario colectivo había decidido que eran los que les quedaban.
Tiene humor, tiene sencillez, tiene emotividad y pese a lo ajeno, se siente familiar. The Band’s Visit no se llevó 10 Tonys por nada. Si en algún momento estás en Nueva York y tienes la oportunidad de verla, no lo dudes ni un segundo. Es una obra que cambia vidas y perspectivas.