Después de ver el más reciente revival en West End de Heathers, The Musical me queda clarísimo por qué la gente la ama tanto.
Tengo que aceptarlo, en mi más reciente viaje a Londres no tenía contemplado ver Heathers, the Musical. Ubicaba que era una puesta popular, y conocía perfectamente las imágenes de las tres Heathers en color rojo, verde y amarillo cargando sus martillos de croquet, pero simplemente no se me antojaba.
Y ustedes pensarán, ¿pero por qué? Y la respuesta es sencilla. Soy gran fan de la película original de 1988 con Winona Ryder, Christian Slater y Shannen Doherty, y el teatro me ha enseñado que cuando amas una película no siempre es la mejor de las ideas irla a ver convertida en musical. Me pasó con Amélie, con Charlie and the Chocolate Factory y, no me maten, pero también con Mean Girls.
Para no hacerles el cuento largo, el único día que no tenía boletos para ninguna obra era domingo, y resulta que a diferencia de Broadway, en West End son los domingos el día que muchas obras descansan. Yo quería ver Cock, nada más para poder presumir de haber visto en vivo en acción a Taron Egerton y Jonathan Bailey, pero no había boletos, así que «peor es nada», terminé comprando para Heathers, the Musical…y oh sorpresa.
El musical estrenado oficialmente en 2014 empezó su corrida en Los Ángeles con Annaleigh Ashford y Jeremy Jordan de una manera tan exitosa que no tuvo una sola función sin sold out. Extremo. Razón por la cual su transferencia a Broadway y West End era mera cosa de tiempo. Y desde entonces ha pasado por decenas de teatros siempre con excelentes resultados en taquilla, y ha contado con la participación de -ahora- estrellas musicaleras importantes como Carrie Hope Fletcher, Barrett Wilbert Weed y Ryan McCartan (éstos últimos grabaron también el cast album), eso sin contar a sus dos protagonistas originales que, pues sí, son la créme de la créme.
Hoy en día se presenta en The Other Palace, una especie de teatro-cafetería-tienda a meros pasos del Palacio de Buckingham, donde ha recibido tanto amor de la gente que, la temporada que debía terminar en febrero, re-abrió y se extendió hasta mayo. Y acaban de anunciar que mejor no, que hasta septiembre. Así que tenemos Heathers para rato, lo que me hace creer que oficialmente podemos decir que es la Hoy No Me Puedo Levantar del otro lado del charco.
La historia es la misma que la de la película, pero manejada desde la comedia y la esperanza, cosa que, honestamente creí que me molestaría, porque odio cuando cambian cosas de las películas que amo, ¡especialmente el final!, pero aquí les sale tan correcto que se los perdoné todo.
Veronica, una niña invisible de la preparatoria, taciturna en la película y muy, muy, muy boba en el musical (cosa que Ailsa Davidson interpreta de manera adorable), hace un trato con el diablo para volverse popular. Pretende usar su talento para copiar la letra de los demás para ayudar a las tres Heathers, las reinas malditas de la escuela, para unirse a su grupito. La cosa es que pronto descubre que las Heathers son la reencarnación del mal preparatoriano e impulsada por su nuevo crush, J.D., y un poquito sin querer, comienza a asesinar a los prepotentes y bullies populares del colegio.
Si la trama les suena oscura es porque lo es, pero el musical encuentra maneras de otorgarle mucha comedia y ligereza, más al estilo Jennifer’s Body de Diablo Cody, que a 13 Reasons Why.
Lo primero que enamora del musical, curiosamente no tiene nada que ver con lo que sucede en escena, pero el ambiente en las butacas. Se nota el amor que el píublico le tiene a Heathers, the Musical con gente usando el merch de la obra, tomando las bebidas inspiradas en la puesta y gritando a todo pulmón cada que pasa… bueno, prácticamente cualquier cosa. Y dado que el teatro es chiquito y más que asiento son gradas, curiosamente la locación se presta para que uno se sienta como en un auditorio de escuela en medio de las porristas.
Ya después salen los actores, en esos vestuarios que se han vuelto icónicos -yo, personalmente, nunca volveré a ver el plaid de la misma manera- y pesar de que la escenografía es de lo más sencillita, retratando un hall escolar con dos accesos, uno a la derecha y otro a la izquierda, y un pasillo superior, y el elenco no pueden ser más de doce, desde «Beautiful», el número de apertura, la magia comienza a suceder.
Las risas y los momentos en los que uno quiere ondear la mano gritando «yasss, qween» no paran, y el soundtrack, a cargo de Laurence O’Keefe y Kevin Murphy, tiene la belleza rara vez encontrada en teatro, de que no tiene canción mala. Aunque «Seventeen» es quizá la joya de la corona, junto con «I Say No» donde Ailsa Davidson luce su impresionante belteo, y que además, fue escrita para Veronica para el revival de 2018 en Londres, es decir, si alguna vez viste Heathers antes de eso, este número no te tocó.
Ben Karran como J.D. es fabuloso, el perfecto sociópata en gabardina caqui, que sí me recordó mucho a Christian Slater, y lo digo de la mejor manera posible; pero en realidad nadie se queda atrás, Inez Budd como Heather Duke canta impresionante, y Maddison Firth como Heather Chandler es graciosísima.
¿Y saben qué aprecie? La historia de Ram y Kurt, los fifas del highschool, fue adaptada para 2022, de modo que para cuando llega el momento «homofóbico» de la película, en el musical aprovechan la oportunidad para cantar My Dead Gay Son y redimir una escena que en el 88 tenía mucho sentido, pero que ahora se siente más inclusiva y bella. Y punto y aparte Tom Scanlon y George Maddison se pasan la mitad de la obra en calzones hasta el curtain call, cosa que a nadie le molesta, y seguirlos en Tik Tok es diversión pura.
Salir del teatro después de las gracias en las que la gente enloquece, y comprarme mi playera, imán y taza de Heathers, the Musical, me recordó mucho a la sensación de salir del Milán o La Teatrería. A diferencia de otras obras en West End donde ni siquiera hay stage door, en el Other Palace no terminas de salir tú, cuando ya salieron los actores y se ponen a convivir con los fans en la banqueta. Sin nungún tipo de valla o restricción. Y así como llegaron, mochilita en el hombro, y de la manera menos pretenciosa posible se despiden y acompañados de amigos o familiares se van como tú, como yo, como cualquiera. Cosa que yo agradezco mucho porque ¿quién quiere estrellas musicaleras inalcanzables?
Me equivoqué con Heathers, the Musical. Es una excelente adaptación. Nominada y ganadora de premios Drama Desk y What’s On Stage, la obra está lejos de ser el clásico montaje preparatoriano cutre que montan en Los Ángeles nada más por montarlo, como Cruel Intentions, por ejemplo, o aquellos inspirados en The O.C. y demás series que no tienen ni pa’ dónde convertirse en musical. Ya entendí el amor. Ya entendí por qué no deja las marquesinas de Londres. Ya entendí las imágenes por doquier de las tres Heathers en los colores que las representan. Vaya, hasta me quiero disfrazar de ellas para Halloween. Ya lo entendí. Y si tú aún no lo entiendes y vas próximamente al Reino Unido, tienes hasta septiembre para hacerlo.